San Lorenzo entregó su vida sirviendo a los más pobres y visibilizando que la Iglesia jamás debe olvidar a los que sufren. Hoy, los diáconos continúan ese legado, ejerciendo un ministerio que es litúrgico y profundamente pastoral y humano.
Saludemos con alegría a nuestros queridos diáconos Raúl Cañas, Juan Sebastián Werner y Alejandro Valenzuela, quienes hacen presente a Cristo como Él mismo lo enseñó, a través del servicio.
¿Quién fue San Lorenzo?
Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma y, con apenas treinta años, había sido nombrado archidiácono por el Papa Sixto II, su gran amigo y mentor. Ambos fueron víctimas de la persecución del emperador Valeriano, en el año 258.
Primero fue capturado el Papa junto a otros seis diáconos. Lorenzo los vio partir al martirio y supo que su hora también llegaría. Cuando lo apresaron, le exigieron entregar los “tesoros de la Iglesia”. Él apareció con los pobres, los enfermos y los huérfanos. “Estos son los verdaderos tesoros de Cristo”, dijo.
Por ese motivo, fue martirizado en una parrilla ardiente y según la tradición, incluso allí conservó el humor y la esperanza: “Ya estoy asado de este lado. ¡Dame la vuelta!”, gritó.
Que su vida siga alentando a nuestros diáconos en su servicio y su legado nos recuerde como comunidad que el amor a Cristo y a los pobres debe ser nuestro primer servicio cristiano.
